‘En La Voz decimos no’ y yo me sumo

(Por su interés, reproduzco el artículo de Santiago Rey Fernández-Latorre en La Voz de Galicia. La enumeración que hace es un buen resumen de lo que algunos llamamos ‘sanchismo’, esta situación de degradación institucional de España a la que nos ha conducido Pedro Sánchez y su ambición de poder. El texto original se encuentra aquí: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2024/06/19/voz-decimos/00031718825657668166289.htm)

Pinto & Chinto

Las últimas consultas electorales han dejado a la vista de todos los españoles el profundo abismo que se está levantando entre la sociedad civil y los intereses de los políticos. Numerosos ciudadanos hastiados del actual escenario abandonan su compromiso con la participación; fuerzas extremistas pescan en el río revuelto de los desencantados, y cada día se registran más ataques a las bases de la democracia. Se diluye la división de poderes, los políticos sustituyen los principios por el oportunismo, y hasta derechos fundamentales como la libertad de prensa están amenazados con intentos de regulación innecesarios e interesados.

No es una democracia sana la que convierte el debate público en un juego de intereses, la que olvida las necesidades de la mayor parte de la población y la que crea leyes o decretos al antojo de los que pretenden beneficiarse de ellas. Tampoco es un mal de un solo partido, puesto que, cuando ostentan el poder, todos caen en la tentación de usarlo en su particular beneficio. Pero la espiral de antagonismos que domina ahora la política lo ha exacerbado.

En La Voz de Galicia hemos sido siempre conscientes de la necesidad de denunciar todas las desviaciones del poder. A lo largo del tiempo, en mis artículos pedí la dimisión de Mariano Rajoy, cuestioné la falta de verdad de Zapatero, y la hemeroteca atestigua que el periódico no aceptó los infundios de Aznar sobre los atentados del 11-M.

Todo ello demuestra lo necesaria que es la prensa libre para denunciar sin ambages las líneas rojas que se han venido cruzando en el mal ejercicio de la política. Se ha hecho práctica común que unos gobiernen contra otros. Y que se digan unas cosas, pero se hagan otras muy distintas.

La lista es interminable. Basta ver, para empezar, lo que ha sucedido en la relación entre el Gobierno y los independentistas:

1.- El ahora presidente del Gobierno dijo en mayo del 2018 que se habían cometido delitos de rebelión y sedición, pero hoy defiende lo contrario porque necesita los votos de los condenados.

2.- Se prometió traer a Puigdemont de vuelta a España para someterlo a la Justicia, pero ha sido amnistiado.

3.- Se negó la posibilidad de indultar a los secesionistas, pero fueron indultados todos.

4.- Los independentistas exigieron que se modificase el Código Penal, y en noviembre del 2022 quedó extinguido el delito de sedición.

5.- Se declaró que la amnistía se hacía en interés de España, pero era la exigencia de los separatistas para apoyar la investidura.

6.- Se aceptó negociar en Suiza con los independentistas y se permitió que interviniese un mediador internacional, como si fuese un conflicto entre dos Estados.

7.- Se dijo que los delitos de terrorismo por las revueltas en Cataluña no se incluirían en la amnistía, pero se hizo.

8.- Se perdonó la malversación de fondos públicos, al imponerse la tesis del fiscal general, nombrado por el Gobierno.

9.- En el 2015 y el 2016 se dijo que jamás habría pactos con Bildu, pero en mayo del 2020 se acordó con ellos la reforma laboral y recientemente se sellaron acuerdos de gobierno en Navarra.

Son apenas algunos ejemplos. Pero no solo se han cruzado líneas rojas en la relación con los independentistas de Cataluña y el País Vasco. Para apuntalar el poder, también se han traspasado muchos principios democráticos. Un partido que gobierna debe hacerlo para todos, y, por tanto, basarse en la moderación y el consenso, no en la imposición sin diálogo. Sin embargo, muchas decisiones se toman en contra de este principio:

1.- España vive una etapa de división, enfrentamiento y enorme polarización política. Comenzó en el Congreso con la frase: «No es no, y no sé qué parte del no no entiende».

2.- Se prometió en el 2018 que la moción de censura a Mariano Rajoy daría paso a la convocatoria inmediata de elecciones, pero no se hizo.

3.- El presidente declaró que no formaría Gobierno con Podemos porque no podría dormir si tenía radicales en el Ejecutivo. Pero el 12 de noviembre del 2019 firmó un acuerdo de coalición y nombró a Pablo Iglesias vicepresidente.

4.- Se impulsó con Podemos la ley del «solo sí es sí», que hubo que rectificar porque favoreció las rebajas de penas y la puesta en libertad de violadores.

5.- Se aprobó una reforma laboral sin consenso, que salió adelante por el error en la votación de un diputado del PP.

6.- Se prometió un pacto de financiación de las comunidades autónomas equitativo, pero se creó una mesa bilateral con Cataluña, y ahora se negocia la «excepción catalana», que rechazan las comunidades, tanto gobernadas por el PP como por el PSOE.

7.- Se ofrecieron hasta 13 pactos de Estado con el PP, pero ninguno fructificó. En cambio, se aprobaron 140 reales decretos leyes para imponer políticas no consensuadas en las Cortes.

Y en muchos otros aspectos de la vida social se han ignorado valores democráticos, se han tomado decisiones unilaterales y se han cruzado más líneas rojas:

1.- El compromiso de «acabar con la colonización de las instituciones por los partidos» y de «sustituir la afinidad por el mérito y la capacidad» se olvidó al nombrar magistrados del Tribunal Constitucional a un exministro de Justicia y a una alto cargo de la Moncloa.

2.- Se ignoró la separación de poderes al nombrar fiscala general del Estado a Dolores Delgado, que había sido ministra de Justicia y era diputada del PSOE.

3.- Se quebró la independencia del CIS y se ha debilitado la fiabilidad de sus encuestas porque todas tienen un sesgo partidista.

4.- El Gobierno con Podemos puso en entredicho el respeto a la Corona e impidió que el rey acudiese a actos públicos en Cataluña.

5.- Se cambió la posición de España sobre el Sáhara Occidental sin consenso, con una simple carta al rey de Marruecos y sin explicar las razones ni al pueblo ni al Congreso. La decisión unilateral significó dejar de apoyar el referendo de autodeterminación que propugna la ONU, despreciar la deuda histórica de España con el pueblo saharaui y provocar la ruptura del tratado de amistad con Argelia.

6.- Se evitó el consenso con la oposición y se decidió unilateralmente el reconocimiento del Estado de Palestina.

7.- El presidente del Gobierno pasó de poner en valor a los empresarios a afirmar que estos lo habían sometido a grandes presiones.

8.- Convirtió la figura del fiscal general del Estado en una instancia partidista.

9.- Prometió la regeneración democrática, pero el sistema constitucional ha experimentado su mayor deterioro.

10.- Tras su retiro de cinco días al conocerse una investigación judicial a su esposa, anuncia que quiere reformar las leyes de prensa. Visto lo visto en estos años, una modificación de la regulación de la libertad de expresión puede traer lo contrario: la vuelta de la censura.

Como editor de un diario que ha cumplido 142 años, y con más de 60 de dedicación al periodismo, pienso que es mi obligación decir no. Aunque otros se abstengan.

En mi ya larga carrera conocí la censura y la persecución de la dictadura, luché por la instauración de la democracia y mantengo mi compromiso de ser siempre la conciencia crítica del poder. En este periódico se pueden leer a diario opiniones a favor y en contra de todos los poderes públicos, siempre expresadas con respeto y argumentación. Es nuestra riqueza.

Por eso, como editor, no puedo aceptar que se limite de ningún modo la libertad de prensa. Mucho menos, que un Gobierno pretenda unilateralmente tomar decisiones sobre un derecho fundamental. Las leyes evolucionan, porque la sociedad también lo hace, pero ningún cambio en la regulación de la prensa puede ser acertado si no se hace con consenso político, seguridad jurídica, participación del sector y salvaguarda primordial de los derechos de los lectores. A todo lo demás, gobierne quien gobierne, La Voz de Galicia dirá siempre no.

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